SEPTIMA PARTE
El 1 de enero de 1938, Alfa consiguió que Enzo Ferrari volviera a aceptar la dirección de la escudería, que pasó a llamarse Alfa Corse.
Sin embargo, transcurridos sólo unos meses, se puso de manifiesto la incomodidad de Enzo con el nuevo acuerdo.
Para entonces era ya una de las figuras más importantes del mundo motor, un hombre que quería seguir su propio camino. No disponía de mucho tiempo para nadie que no la respetará plenamente, y cuando volvió a Alfa era evidente el desagrado que le producía trabajar con algunas personas de la empresa.
Era especialmente conflictiva su relación con el director del nuevo departamento de competición de Alfa, Wilfredo P. Ricart, un ingeniero español que parecía ir a la par con Ferrari cuando se trataba de mostrarse arrogante. Como contaba el propio Ferrari, el excéntrico Ricart (que había sustituido al protegido de Enzo, Vittorio Jano) solía llevar zapatos de suela de caucho.
Cuando Ferrari le preguntó por qué, Ricart contestó que el cerebro de un gran ingeniero “no debe sufrir por las irregularidades del suelo y, por tanto, necesita una suspensión adecuada”. El caso es que no era del agrado de Ferrari, y después de fracasar en su intento de relegarlo a un segundo plano. Enzo acabó yéndose de su vieja empresa.
Así escribió más tarde: “Me fui casi sin rencor, pero triste… Comprendí que pasar toda la vida en una empresa es un error para todo aquel que quiere aprender. Para aprender, hay que moverse y hacer otras cosas.”
Continúa…
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Originally posted 2011-10-04 22:58:45.